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En los Pregones - Ignacio Montaño Jiménez

Índice del artículo


Ignacio Montaño Jiménez (1997).

 

Evangelio de la Soledad de la Madre (Sábado Santo)

 

[…]

Y cuando se retira el cortejo, la Madre queda sola; sola en su Soledad.

La Soledad más agreste, el desamparo total sin frontera con alegría alguna, el corazón pelícano más roto, la tristeza y el silencio más abatidos.

Ya ni siquiera el cuerpo del Hijo desmayado en la muerte. ¡Tanta Soledad por San Lorenzo, que siendo suyo el primer paso de palio de la historia, sólo lleva esta noche su inclinada aflicción en el suave escalofrío del cielo de Sevilla!

Pero tan sola y tan estremecida por el llanto, todavía tiene fuerzas para acompañar nuestras soledades con su pañuelo y su regazo en la rotonda del Cementerio, donde el dolor de la gente que llora la pérdida de los suyos, eleva la unánime plegaria:

            «Y después de este destierro muéstranos a Jesús».

Cuántas veces en la madrugada fría de las noches de Cuaresma, con el eco lejano de cornetas y tambores que ensayan junto al Hospital de la Cinco Llagas, una solemne procesión de nazarenos que visten la túnica de su amortajada primavera llevan hasta la Soledad de la Madre al Cristo de las Mieles y le repiten los nombres de los sevillanos muertos que, por su mediación, están escritos en el Libro de la Gloria. Hermanos nuestros que subieron al Reino de los Cielos, mirando los ojos de esta devoción tan antigua de Sevilla y pidiendo su protección: ¡Soleá, dame la mano!

Porque la Soledad de la Virgen es también la última Esperanza de Sevilla.


el 26 Noviembre 2011
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