Francisco J. Ruiz Torrent (2002).
[…] aquel espíritu de nuestro admirado poeta, aquel que continuamente había llevado a Sevilla en los labios y en su corazón, había recuperado al fin los cielos que él creía perdidos y gozaba ya de esa Sevilla celeste y soñada que tanto había amado y de la visión de su Virgen de
[…]
En Soledad, en la más absoluta y desconsolada Soledad, volverá María hasta su casa de San Lorenzo. Allí, antes de que la losa negra de su puerta se cierre, una voz romperá el aire de la medianoche despidiéndola con una saeta:
De la pasión dolorosa
de tu divino Jesús
sólo te quedan tres cosas:
Tu Soledad, una Cruz
y unas espinas sin rosa.