Ignacio Montaño Jiménez (1997).
Evangelio de la Soledad de la Madre (Sábado Santo)
[…]
Y cuando se retira el cortejo,
Ya ni siquiera el cuerpo del Hijo desmayado en la muerte. ¡Tanta Soledad por San Lorenzo, que siendo suyo el primer paso de palio de la historia, sólo lleva esta noche su inclinada aflicción en el suave escalofrío del cielo de Sevilla!
Pero tan sola y tan estremecida por el llanto, todavía tiene fuerzas para acompañar nuestras soledades con su pañuelo y su regazo en la rotonda del Cementerio, donde el dolor de la gente que llora la pérdida de los suyos, eleva la unánime plegaria:
«Y después de este destierro muéstranos a Jesús».
Cuántas veces en la madrugada fría de las noches de Cuaresma, con el eco lejano de cornetas y tambores que ensayan junto al Hospital de la Cinco Llagas, una solemne procesión de nazarenos que visten la túnica de su amortajada primavera llevan hasta
Porque