
Por su conocimiento de las hermandades sevillanas de su tiempo, suponemos que no le sería complicado contactar con la cofradía del Cachorro, de la que consiguió la cesión de unas andas que permitiera recuperar la estación a la Catedral de N.ª S.ª de la Soledad, cuestión aprobada favorablemente por los cofrades trianeros el 24 de marzo de 1860. Una semana después, víspera del Domingo de Ramos, y tras haber convocado el IV marqués de Rivas un cabildo en su casa, fue recibido de hermano de la Soledad junto con otros miembros que no pertenecían al estamento aristocrático. De esta forma se consiguió salir de nuevo el Viernes Santo y tras esperarse unos meses, en el cabildo de elecciones celebrado el día de la Asunción, fue elegido mayordomo. Su protagonismo no sólo fue esencial desempeñando el principal puesto ejecutivo en la oficialidad soleana, sino porque de su puño y letra redactó unas nuevas reglas que fueron aprobadas primero unánimemente por los hermanos y luego por Real Decreto de Isabel II en 1862.
José Bermejo ostentó el cargo de mayordomo hasta el 12 de enero de 1863 cuando dimitió por encontrarse enfermo. En estos momentos la Hermandad le debía «seiscientos y pico de reales» que nunca recuperaría. Se reintegró a la Mesa soleana en 1866 como secretario, cargo que desempeñó con pulcritud hasta 1871. Consta que por entonces vivía en la calle Espíritu Santo número 26 y que se encontraba inmerso en la creación por la que ha pasado a la Historia de la Ciudad, ya que en 1882 fue editada por la Imprenta El Salvador de la calle Mercaderes con el nombre de «Glorias Religiosas de Sevilla», la segunda obra monográfica dedicada a las hermandades sevillanas tras la de González de León, pero mucho más exhaustiva y completa, y que a pesar del tiempo transcurrido y de las lógicas erratas sigue siendo fundamental para la investigación.
Volvió a la oficialidad soleana en 1886 de nuevo como secretario, pasando también por los puestos de diputado y consiliario. Falleció el 5 de septiembre de 1888, celebrándose el funeral en la parroquia de San Marcos, y luego fue conducido su cuerpo hasta el cementerio de San Fernando, donde reposan en el panteón de la familia de Manuel Robles y Elías, en la calle Fe de la necrópolis sevillana.
